NOTA PRELIMINAR

Constituye HAMBRE DE VERSOS un compendio de poemas paridos por obra y gracia de mi espíritu, expuesto al mundo poético en las circunstancias imaginadas y reales del entorno. Las estrofas han sido desplegadas con la honestidad de la Literatura seria:  flujos de palabras que es necesario dirigir para que no acaben dentro de un túnel en silencio, víctimas de la indiferencia del lector.

 Importante es subrayar que una mínima cantidad  de estos trabajos fue esbozada en Castilblanco de los Arroyos (España) y rematada con posterioridad, tras radicarme en Chile. Independientemente del lugar de creación, en todos intenté reflejar mi perspectiva poética con un lenguaje claro y sin excesivos vericuetos.

Yo busco a la Poesía si ella no viene a mí, o no me llama. Es un no poder vivir uno sin el otro como dos seres que, hambrientos de amor, están abocados a permanecer unidos. El embrujo poético duerme en cualquier rincón; me atrevería a afirmar que nació en la primera estructura atómica, se quedó con los años en la mota de polvo y en los objetos tangibles hasta invadir la inconmensurable bóveda del infinito. Por otro lado, hay que percibir el eco de las notas que reverberan, los duendes que trinan dentro del corazón; hay que encerrarse herméticamente y sumergirse en las aguas tranquilas y torrenciales de la emoción estética.

Reparemos los cultores de la actividad poética en que no debemos mostrarnos pudorosos al verter nuestra gracia, pues en los movimientos de la batuta sentimental, obedecidos por los intérpretes de la imaginación, se halla la fuerza de la sinfonía durante su proceso creativo.

Cuando el vate recopila un ramillete de poemas  y lo exhibe en forma de libro, se convierte en una estatua humilde, para ser laureada o abatida, cuya peana se robustece a tenor del dictamen emitido por el público. Por esta razón, he preferido no comentar ningún poema específico por respeto al lector ya que a él le corresponde la facultad de aplaudir y reprobar los presentes versos.

Ojalá el juicio sea positivo o negativo, pues ¡ay de la indiferencia!, la sombra hostil del artista. No hay mayor amargura para un pintor, por ejemplo, que ver a los visitantes de una exposición colectiva desfilar indiferentes ante su cuadro, el cual se muestra entre los otros como una ventana vacía, como un cielo incoloro; un marco solitario y carente de mensaje.


                                            El autor

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