viernes, 9 de diciembre de 2016

ANTE UN PAPEL EN BLANCO

El polvo añejo se amontona en capas,
sin que nadie lo toque,
oculta el capuchón metálico de un lápiz;
bayoneta calada, fusil de ánima fina.
Un bostezo al pañuelo;
un picor se rebela en la nariz,
ansiosa por lanzar aire con explosiones.

En la mesa descansan los brazos de quien rige
un mundo regularmente dispuesto,
escena en blanco ansiosa de collage.
Estudio unas cuartillas
enajenadas, agobiadas;
abusadas, violadas
por mis sentencias de improperios poéticos.
Estudio el colorido de un diente de elefante,
pero no tan pesado, con altos objetivos
maquinando un escrito angular y nervioso.

Mi frente de trabajo se pelea
en papel virginal,
con ideas vacías que a los pocos instantes
podrían irse a otros cerebelos,
a otras cavernas que las hagan suyas.

Se afirman las patitas del calendario abierto.
Fisgoneo curioso la rimbombante redondez del día.
Un día sigue a otro por un orden numérico,
por un desorden mío.
Nace de madrugada con la mesa repleta
y lo mata mi mano distraída
hasta que se interrumpe en treintena de fechas,
en docena de meses.

Las fechas se deslizan,
cachazudas, reptando lentamente.
Se alteran cada veinticuatro horas,
¿o soy yo el que se altera?
¿En qué día cae hoy?
¿Martes, miércoles, jueves?
Ya quedan menos ansias
para que se derrumbe otro fin de semana.

Cajones, ataúdes negros de cementerio,
en mi buró maldicen
a cuanto los rodea.
No quieren ser abiertos. ¿Para qué?
¿Para alojar cadáveres de lápices,
corchetes, plumas, letras?

Un fantasma de líneas anuncia en desbandada
el arcano poder de las palabras,
la quintaesencia de toda escritura,
que intenta responder con titubeante trazo
a la pregunta que el papel le hace.

No me habla la luz callada y muerta,
ya se fue ante la noche
repartiendo negruras por la mesa,
un túmulo cargado de cajones.
Mi tabla de trabajo se alimenta
de un retal con tachones.

© Antonio Macías Luna
Lautaro (Chile), 5 de marzo de 2005

No hay comentarios:

Publicar un comentario