viernes, 9 de diciembre de 2016

POEMA EN LA INTIMIDAD

Es de noche. Las calles se alimentan unas a otras
con arroyos que inundan el cemento,
con caudales nerviosos.
Caen gruesos hilos de saliva de los cielos.
Cuelgan cortinas de agua de los aleros.
¿Me servirá para algo esta lluvia?
¿Me ayudará su riego imparable?

Una puerta me muestra, misteriosa,
la salida hacia un mundo de negror,
a una noche de herrumbre, huérfana de estrellas;
al jardín donde lirios con lluvia atrasada
acechan, escondidos en el césped
para sorprenderme con un estirón
cuando el temporal cierre los labios por unas horas.
¿Me ayudarán las flores en el agua,
en vigilia forzosa esta noche?

Es noche inverosímilmente larga en la verosimilitud
de mi paz, junto al calor de la estufa;
donde la llama duda antes de crecer,
donde su vida nace de vibrantes chispazos
como si fuesen ráfagas, soplos de ingenio.
¿Me servirá para algo este fuego?
¿Me ayudará su aliento dubitativo?

Se me encienden la sed y apetencia literarias.
Tengo tanta hambre de versos
que es como si esta noche, pletórica de ocultismo,
me estuviese rindiendo un último poema,
el último de mi vida.

Escribo unas palabras. Me surge el problema;
más que un problema, unas estrofas incipientes.
Y éstas se desenredan en paradójicos acertijos,
en preguntas sin signos de interrogación,
un campo de cultivo en el papel en blanco.

Poco a poco arrecia la lluvia.
Me hundo en el precipicio de mi nuevo dilema,
de mi recién nacido vástago con la verosimilitud
de la lluvia que bombardea con fuerza,
de los lirios que se inundan en frescura,
de la estufa que crepita,
agonizante.

Se aliaron conmigo
las flores, el agua, el fuego,
yo mismo;
inverosímilmente todos
para rematar estas líneas verosímiles
recién empezadas,
que no parecen mías.

Acabaron el poema
las canaletas atoradas de agua,
las flores húmedas
y el resplandor de unos fogonazos
diciendo adiós con lenguas de felino.

© Antonio Macías Luna

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