viernes, 9 de diciembre de 2016

A UNA PIEDRA PESADA

Erguida ante la sombra de una tapia,
preparas una cama sobre el césped.
Tus pensamientos crean minerales
para ofuscar al sol en el celeste.
Es difícil dormir como tú bajo
la oda del tordo, su gritar alegre;
no achicharrarse en el calor diurno,
en la cantera de tus redondeces.

Firme sobre pies planos,
enseñas tu figura con relieves.
Dejas lucir desdibujados frunces
en la pared de tu avanzada frente.
Obsequias horas de estupor al tiempo
sobre tu blando asiento de pesebre
con pesadez, con sinrazón obtusa,
con aflicción de interminable muerte.

Sobre tu cumbre llana
y en tus faldas raídas por vertientes
machacan hojas de maíz resecas,
fanáticas amigas de los verdes;
esclavas de la brisa vespertina,
flecos que junto a ti en murmullos mueren
desprendiéndose en ángulo plegados,
en puntas de alfileres.

Siento, aunque no me creas, tu interior;
me llega un pulso lánguido y latente.
Un hálito se acerca a ti y a mí:
viento de campos donde corren liebres;
donde te ganan en veloz carrera
los años que en redor de ti se mueven.
Cuando apaguen las sombras tu estatismo,
escaparás de mí para no verte.

© Antonio Macías Luna

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