viernes, 9 de diciembre de 2016

EL RELOJ DE LA VIDA

Prestemos oídos al reloj que aprieta,
indomable brinca su aguda saeta.
A intervalos cortos muere el corazón
detrás de un agudo y fuerte carillón,
vocinglero heraldo de la vida que huye
y en mar de negruzcas aguas se diluye.

El tiempo dispara en puntual diana,
por donde un torrente de vidas emana
caños que se nutren del tiro certero;
corrientes que enfilan el postrer sendero.

Con luces y sombras el sino errabundo
al frente nos muestra las sendas del mundo;
concurridos lechos de arena y guijarro
con pisadas duras selladas en barro.
Senderos fatales el final ansían
para amortajarnos con labios que enfrían
el aire asfixiado de muda presencia.

Al caer la noche de nuestra existencia,
años, meses, horas, segundos se van
mientras el aliento pugna con afán
por morder la boca sin querer salir,
cuando nuestra exánime alma quiere huir.

© Antonio Macías Luna
Castilblanco de los Arroyos (España), 25 feb. 2000

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