con apego te aferras
a una roca flotante del arroyo;
tu terciopelo intenta
cubrir con suavidad
la desnudada piedra,
de la que, avasallante,
seductor, te apoderas.
La voz de agua pasada
riscos abruptos llena
de la corriente
en orillas desiertas,
colmadas y oprimidas
por matojos y adelfas.
Musgo amable, tú surges
en una dura senda.
Me aseguro a la pluma
como tú te acomodas a la piedra;
mi mano va trazando un suave azul:
un celaje y un mar que no se encrespan.
© Antonio Macías Luna
como tú te acomodas a la piedra;
mi mano va trazando un suave azul:
un celaje y un mar que no se encrespan.
© Antonio Macías Luna
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