viernes, 9 de diciembre de 2016

SEÑOR, QUÉ ALIVIO

   Señor, qué alivio, vuelvo hoy a rezar.
Cuánto tiempo sumido en la torpeza
de un mundo sin amor, sin esperar,
sin prestar atención a tu grandeza.
   Señor, era más fácil ignorar
tu alta misericordia en mi flaqueza;
era mejor en mi antro aletargar,
tal vez porque la acérrima pereza
   me hizo tener los ojos encerrados.
Ábremelos, Señor, que no estén yertos.
No dejes que me pierda en los desiertos.
   Aléjame de páramos helados.
Llévame de la mano a tus llanuras.
Líbrame de aflicciones y amarguras.

© Antonio Macías Luna
Castilblanco (España), 13 de mayo de 1999

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