Una sed insaciable, en mi alma roja
de rabia, me tiene atormentado;
es la causa, un amor desventurado,
de este mal incurable y mi congoja.
Quisiera extraer, con la afilada hoja
de la mente, el madero desgraciado
de un trance súbito y desacertado.
Un amargo caudal arrasa, moja,
llena mi rostro con desconsuelo;
me abre sendas de sal en las mejillas.
En el campo de amores perdedor
nato soy. Con los ojos en el cielo,
ojalá pueda sacar las astillas
y ser, por una vez, el vencedor.
© Antonio Macías Luna
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