a perfumes de la tarde,
de un sol que apenas arde
os resguardáis y escondéis.
Lanzas clavadas entre hoja
trémula y verde demarcan
arroyos muertos que abarcan
la llanura seca y roja.
Picas delgadas de caña
con alas de hojas picudas,
filos de astillas agudas
que la luz con sombras baña.
Carrizos de polvo gris,
oid las voces de mi alma;
llevadme al remanso en calma
donde vosotros morís.
© Antonio Macías Luna
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