No soy carruaje de palabras vanas,
deseosas de perforar la tierra
desde nubes con múltiples catanas.
Soy un grito que escapa a los demás,
clamor que los reclama desde los montes.
Soy la garganta con timbales fuertes
que ante ellos se desliza por el orbe.
Sin embargo, mi boca me aprisiona;
me invita a pronunciar loables sílabas.
Se hace escuchar con cuerdas musicales
para que no sea desatendida.
Soy el lenguaje claro del espíritu,
que fulgura como ojos de mandril;
peregrino con paso decidido,
que parte con la voz lejos de aquí.
© Antonio Macías Luna
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